Dentro de los sentimientos y las emociones, el perdón es una de las facetas más difíciles de superar. Casi todos tenemos una cierta resistencia para liberarnos de esa carga, aunque nos sea insostenible e imposible de seguir llevando.
Resulta que el perdón es nuestra única puerta para entrar a la vida plena.
No hay felicidad, alegría, paz, amor, bienestar, salud... sin perdón. Es nuestra prueba más grande, es la apertura al amor, a la comprensión, a la compasión...
El perdón es un método poderoso para abrir el corazón cuando está cerrado a otros, a nosotros mismos o a la vida. El enojo, la culpa, el miedo, la desconfianza... son algunas de las trabas que bloquean el corazón y su natural capacidad de perdonar.
Muchas veces no perdonamos por miedo, miedo a ser lastimados nuevamente, a que la gente no aprecie nuestra buena disposición, por orgullo, por no aceptar que hay otros caminos menos tortuosos para vivir, por prejuicio o por falta de amor.
Cuando perdonamos no se trata de ser "santos" y permitir un nuevo daño, es más, la persona a la que perdonamos no tiene que enterarse siquiera que lo hemos hecho. El perdón solamente ayuda a la persona que perdona, al final tú decides si continúas con esa relación o te olvidas de cualquier acercamiento.
Perdonar no es sólo hacerlo con los seres que de alguna u otra manera nos han dañado, es también hacerlo con nosotros mismos.
Aceptar que somos humanos, darnos el derecho de cometer errores y darnos la libertad de rectificar y abrir nuestro corazón para perdonarnos, aceptarnos y amarnos. Cuando somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos, seremos capaces de perdonar hasta a nuestro peor enemigo.
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